Adiestrar un rebaño en el que una oveja sobresale por encima de todas. Messi, Tata y Argentina. Tras el fracaso en Barcelona, Martino subió un escalón más para hacerse cargo de la subcampeona mundial, asumiendo la responsabilidad de dirigir una de las mejores selecciones del mundo fútbol. Messi dirige, y el Tata ordena. No es lo mismo. Pero es difícil de organizar. En el terreno el Tata combina fútbol, garra y orgullo. Pero siempre sin renunciar a esa presión en campo contraria tan característica.
Leo es extraterrestre en tierras culés. En "La Albiceleste" se vuelve "sólo" un superhéroe humano. Neymar y Suárez por Agüero y Di María. Quien querría. Pero aún así, es bajar un pequeño escalón.
Hacer el juego mecánico porque Messi está presente. Siempre con Banega y Pastore en el lado derecho. Banega empieza y la fantasía de Pastore crea ilusiones - siempre cubiertos por Mascherano - para que Di María rompa por el izquierdo. La reconversión que hizo Ancelotti a extremo-interior permite un recorrido sólo al alcance de los mejores del mundo.
Sin balón es otra historia. Colocar a todos en el lugar correcto para defender. Depender del balón y no del contrario. Colocar esa defensa de 5, "el Jefecito" cerrando como tercer central y los 2 interiores presionando. Los tenores de arriba mueren en campo contrario. Tapar espacios, recuperar en campo rival y machacar por calidad.
Messi - conocido por todos, comprendido por nadie - marca la diferencia. Pero Leo es libre. Se le suelta en el campo y comienza a hacer eso que sólo puede hacer él. Pero el jugador que cambia todo es Di María. El "Fideo" marca la pausa. Cuando está concentrado - entonces en el top 5 mundial - se le utiliza como el comodín que es. 4-3-3 y extremo. Romper las líneas a base de estirar el campo. Siempre buscando la espalda y el contragolpe. 4-4-2 sin el Fideo. Messi vuelve a ser el absoluto dueño de tres cuartos y Tévez o Higuaín por un puesto de tanque.
Reponerse de un gol en el 113' para alcanzar el objetivo. Combinar obligación e ilusión con razones necesarias para hacerlo. Messi, la polivalencia y el resto.
Leo es extraterrestre en tierras culés. En "La Albiceleste" se vuelve "sólo" un superhéroe humano. Neymar y Suárez por Agüero y Di María. Quien querría. Pero aún así, es bajar un pequeño escalón.
Hacer el juego mecánico porque Messi está presente. Siempre con Banega y Pastore en el lado derecho. Banega empieza y la fantasía de Pastore crea ilusiones - siempre cubiertos por Mascherano - para que Di María rompa por el izquierdo. La reconversión que hizo Ancelotti a extremo-interior permite un recorrido sólo al alcance de los mejores del mundo.
Sin balón es otra historia. Colocar a todos en el lugar correcto para defender. Depender del balón y no del contrario. Colocar esa defensa de 5, "el Jefecito" cerrando como tercer central y los 2 interiores presionando. Los tenores de arriba mueren en campo contrario. Tapar espacios, recuperar en campo rival y machacar por calidad.
Messi - conocido por todos, comprendido por nadie - marca la diferencia. Pero Leo es libre. Se le suelta en el campo y comienza a hacer eso que sólo puede hacer él. Pero el jugador que cambia todo es Di María. El "Fideo" marca la pausa. Cuando está concentrado - entonces en el top 5 mundial - se le utiliza como el comodín que es. 4-3-3 y extremo. Romper las líneas a base de estirar el campo. Siempre buscando la espalda y el contragolpe. 4-4-2 sin el Fideo. Messi vuelve a ser el absoluto dueño de tres cuartos y Tévez o Higuaín por un puesto de tanque.
Reponerse de un gol en el 113' para alcanzar el objetivo. Combinar obligación e ilusión con razones necesarias para hacerlo. Messi, la polivalencia y el resto.